Foto: Raúl Francisco Quiroz (México)
Una habitación con vista al océano y todos los servicios que un hotel cinco estrellas puede ofrecer. La felicidad es un poco ficticia bajo las luces rojas y amarillas del lobby del hotel. En el bar, ubicado en el ala izquierda, subiendo las escaleras del segundo piso, se instala un tecladista dispuesto a ofrecer melodías de acompañamiento para las horas de las comidas. Los periodistas a las ocho de la mañana, en promedio, bajan en dirección al comedor, donde los espera un desayuno tipo buffet y luego se dirigen en taxi y en pequeños grupos hacía el corralito de piedra, en actitud casi mística.
Una habitación con vista al océano y todos los servicios que un hotel cinco estrellas puede ofrecer. La felicidad es un poco ficticia bajo las luces rojas y amarillas del lobby del hotel. En el bar, ubicado en el ala izquierda, subiendo las escaleras del segundo piso, se instala un tecladista dispuesto a ofrecer melodías de acompañamiento para las horas de las comidas. Los periodistas a las ocho de la mañana, en promedio, bajan en dirección al comedor, donde los espera un desayuno tipo buffet y luego se dirigen en taxi y en pequeños grupos hacía el corralito de piedra, en actitud casi mística.
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