El pasado es una maleta inevitable. El pasado siempre te pasa la cuenta de cobro. El pasado se esconde, pero el día menos esperado, sin avisar y sin pedir permiso, sale y te pone en evidencia.
A unos les pesa más que a otros. Grato o ingrato, no hay manera de liberarse del él. La sociabilidad del hombre hace que el pasado, que se cree tan propio y tan individual, al final sea un bien compartido.
Así pierdas tu memoria o te desconectes del mundo, por un día, un mes, un año o más, habrá quién o quiénes te recuerden lo que hiciste o dejaste de hacer.
Todo esto para decir que, no sé si es cierto o no, que el escritor Milan Kundera, ese que leí al calor de un compañero medio comunista que tenía en la Universidad y que me "encarretó" con las líneas de la "Insoportable levedad del ser", es culpable o no de denunciar en 1950 a un estudiante disidente del régimen comunista.
Si mi memoria no me traiciona, el escándalo del "Caso Kundera", como lo bautizaron los medios de comunicación, reventó en octubre.
Todo empezó porque una revista, de la que no recuerdo el nombre, habría tenido acceso a un expediente de la Policía que cuenta que, Kundera, cuando tenía unos 21 años, informó a la policía de un joven, Miroslav Dvoracek, quien tendría contactos con los servicios de inteligencia occidentales.
Está declaración, cierta o no, de Kundera o no, llevó a que arrestaran a aquel muchacho y lo sentenciaran a muerte. Finalmente, terminó por pagar 22 años de cárcel, 13 de ellos los pasó trabajando en una mina de uranio.
El escritor negó la acusación de manera casi inmediata y radical. Los seguidores de Kundera se animaron a condenar la revelación, los detractores a condenarlo de colaborador con el régimen de Stalin. En un ir y venir de opiniones es difícil saber quién se acerca a la verdad y más imposible aún, saber si la verdad tiene un dueño.
Las preguntas que me asaltan ahora, cuando debo escribir estas líneas son ¿Dónde está el límite de lo que debes revelar o no de tu vida? ¿Ser escritor te obliga a que reveles todo lo que has hecho o dejado de hacer en tu vida? Y caminando un poco más adentro, ¿Te pueden acusar en la "realidad real" de lo que hagan o no hagan tus personajes, en la realidad de tu obra? Si alguien tiene las respuestas, o cree tenerlas, le agradecería me las hiciera saber.
Defiendo la transparencia, defiendo la honestidad y creo que es mejor contar antes de que te pregunten, pero respeto también el silencio. Silencio al que tienen derecho los escritores, los poetas, los cocineros y las prostitutas… Silencio al que todos tienen derecho, siempre y cuando de él no dependa la vida de otro o el destino de un grupo.
Si el nombre que aparece en aquel expediente policial, no hubiera sido el de Kundera sino el de Pepito Pérez, ¿se habría armado un escándalo bautizado por los medios como el "caso Pérez"?, la verdad no lo creo.
A unos les pesa más que a otros. Grato o ingrato, no hay manera de liberarse del él. La sociabilidad del hombre hace que el pasado, que se cree tan propio y tan individual, al final sea un bien compartido.
Así pierdas tu memoria o te desconectes del mundo, por un día, un mes, un año o más, habrá quién o quiénes te recuerden lo que hiciste o dejaste de hacer.
Todo esto para decir que, no sé si es cierto o no, que el escritor Milan Kundera, ese que leí al calor de un compañero medio comunista que tenía en la Universidad y que me "encarretó" con las líneas de la "Insoportable levedad del ser", es culpable o no de denunciar en 1950 a un estudiante disidente del régimen comunista.
Si mi memoria no me traiciona, el escándalo del "Caso Kundera", como lo bautizaron los medios de comunicación, reventó en octubre.
Todo empezó porque una revista, de la que no recuerdo el nombre, habría tenido acceso a un expediente de la Policía que cuenta que, Kundera, cuando tenía unos 21 años, informó a la policía de un joven, Miroslav Dvoracek, quien tendría contactos con los servicios de inteligencia occidentales.
Está declaración, cierta o no, de Kundera o no, llevó a que arrestaran a aquel muchacho y lo sentenciaran a muerte. Finalmente, terminó por pagar 22 años de cárcel, 13 de ellos los pasó trabajando en una mina de uranio.
El escritor negó la acusación de manera casi inmediata y radical. Los seguidores de Kundera se animaron a condenar la revelación, los detractores a condenarlo de colaborador con el régimen de Stalin. En un ir y venir de opiniones es difícil saber quién se acerca a la verdad y más imposible aún, saber si la verdad tiene un dueño.
Las preguntas que me asaltan ahora, cuando debo escribir estas líneas son ¿Dónde está el límite de lo que debes revelar o no de tu vida? ¿Ser escritor te obliga a que reveles todo lo que has hecho o dejado de hacer en tu vida? Y caminando un poco más adentro, ¿Te pueden acusar en la "realidad real" de lo que hagan o no hagan tus personajes, en la realidad de tu obra? Si alguien tiene las respuestas, o cree tenerlas, le agradecería me las hiciera saber.
Defiendo la transparencia, defiendo la honestidad y creo que es mejor contar antes de que te pregunten, pero respeto también el silencio. Silencio al que tienen derecho los escritores, los poetas, los cocineros y las prostitutas… Silencio al que todos tienen derecho, siempre y cuando de él no dependa la vida de otro o el destino de un grupo.
Si el nombre que aparece en aquel expediente policial, no hubiera sido el de Kundera sino el de Pepito Pérez, ¿se habría armado un escándalo bautizado por los medios como el "caso Pérez"?, la verdad no lo creo.
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