jueves, 4 de diciembre de 2008

El Wall Street de la esquina, Angélica Alzate Benítez

En una esquina del barrio El Llano se alza en dos varas de aluminio un aviso que anuncia que allí queda la tienda Wall Street.
El nombre del negocio donde se venden papas, yucas, pollo congelado y leche, entre otros alimentos, lo sacó don Carlos Sánchez, el dueño de la tienda, de la primera postal que le envió su hijo Manuel, recién se fue a Estados Unidos, hace 15 años.
Hoy don Carlos tiene 70 años y es un pensionado de la Empresa de Telecomunicaciones de Colombia (Telecom). Hoy Manuel Sánchez tiene 35 años y es un inmigrante que camina por las calles de Los Ángeles buscando quien lo contrate en construcción.
Hace 15 años, cuando Manuel llegó a Estados Unidos, todo pintaba bien para él y la familia que dejaba en Colombia. A sus 20 años entró a las filas de los que conquistaron el "sueño americano", aventurándose a cruzar la frontera que une, o más bien separa, a Estados Unidos de México.
Los primeros años vivió en Nueva York. Gracias a su fuerza, no tan bruta y a lo que le había aprendido a un tío suyo, consiguió trabajo en construcción.
A la semana le pagaban unos 200 dólares. De sus gastos ahorraba y juntaba 400 dólares (320 mil pesos colombianos en ese tiempo) y los enviaba a su papá para que surtiera la tienda. Desde esa época y hasta hoy, con lo que deja la tienda y con la pensión de jubilado de don Carlos, se sostienen cuatro personas, entre ellas el hijo que Manuel tuvo con su novia de juventud y que vive al lado de la tienda. Ella ya se casó con otro, pero Manuel sigue sosteniendo a su hijo.
Hace 3 años Manuel se fue para Los Ángeles, de la mano de una hondureña. El trabajo iba bien, hasta le rendía más el dinero, porque pagaba menos de renta.
Mensualmente, la remesa de dinero llegaba a las manos de don Carlos y él, con este dinero que al cambio de hoy son como 800 mil pesos, aperaba su tienda. Sin embargo, algo empezó a ir mal. Con la reciente crisis económica de Wall Street y la recién declarada recesión económica en Estados Unidos, de lo que Manuel no entiende mucho, pero que ha visto algo en noticias, el trabajo empezó a bajar.
Lo que Manuel no ha entendido es que en Estados Unidos, el país que le ha dado para comer durante estos 15 años, la ambición de los bancos ha ido más allá de lo recomendable y concedieron hipotecas a personas con empleos inestables o con pocos ingresos, con la confianza de que el precio de las casas no bajaría. Pero la burbuja inmobiliaria estalló y comenzó a aumentar el incumplimiento de las hipotecas, lo que dejó a los bancos sin dinero.

En "stand by"
Parado en una vitrina del Home Depot, una ferretería gigante de Los Ángeles, Manuel comenta que, lo único que le queda claro de los números y de las flechas que ve subir y bajar todas las tardes en la cadena CNN, es que los grandes constructores quebraron y ya no contratan como antes a los inmigrantes.
Por eso ya no gana tanto. Ahora le ofrecen uno que otro trabajo con un pago entre 5 y 10 dólares la hora, cuando antes le podían pagar hasta 25.
A don Carlos, parado en la puerta de su tienda que cada vez se ve más pobre, también lo empieza a preocupar la situación. Por lo que su hijo le cuenta en llamadas, pues desde hace mucho tiempo no le manda postales coloridas como la que tenía el letrero que le dio el nombre a la tienda, la economía no va a mejorar.
Don Carlos le dice a su hijo, para darle ánimo, que no importa, que si la cosa sigue dura, se venga para Colombia y que aquí sostienen la tienda con la pensión, mientras él consigue un empleo.
Lo que no se imagina don Carlos es que, aunque no vive en Estados Unidos y aunque su pensión no depende de empresas en crisis financiera, también tiene un porcentaje de riesgo. ¿Qué pensaría don Carlos si supiera que 4 mil millones de pesos, de los Fondos de Pensiones en Colombia, están invertidos en moneda extranjera?
La suma representa el 10 por ciento de los Fondos de Pensiones de los colombianos y seguramente, esto no afectará mucho el pago de la anhelada mensualidad. Pero por la cara de don Carlos, cuando los clientes de la tienda comentan el tema, es mejor que no se dé cuenta, pues seguramente, después de saber que su pensión también tiene un riesgo, sumado a la inestabilidad de las remesas que le manda su hijo, que ya se asemeja a la inestabilidad de las varas de aluminio que sostienen el aviso de la tienda Wall Street, el señor dueño de la tienda de la esquina, no volvería a dormir tranquilo y la volatilidad de la bolsa será su peor pesadilla.

1 comentario:

Tomás Hidalgo Nava dijo...

Me gustó mucho tu texto. Muy ágil y esclarecedor.