Tal vez el escritor Rudyard Kipling predijo, con su personaje de Mowgli el niño perdido y criado por lobos en su obra "El Libro de la Selva", la vulnerabilidad a la que quedarían sometidos los habitantes y turistas que estaban en Bombay, el pasado 26 de noviembre.
Ciento catorce años después de publicado este libro de cuentos, la ciudad natal del autor parecía una selva llena de terror, a la que hienas armadas tomaron por sorpresa, una mañana cualquiera.
Como en el 2006, quedó al descubierto la fragilidad de uno de los mayores centros financieros del mundo. La mañana del 26 de noviembre, la ciudad fue blanco de 8 atentados perfectamente coordinados, que dejaron unos 188 muertos y poco más de 320 heridos.
Entre las víctimas se cuentan varios extranjeros, pues los asaltos tuvieron como objetivo dos hoteles, uno de ellos el Tah Majal, hasta donde llegan cientos de huéspedes, principalmente de Europa y Norteamérica.
Allí, encerrados en las lujosas y cómodas habitaciones, permanecieron durante horas, varias decenas de rehenes que se aturdían con explosiones de las que no conocían su procedencia.
Durante el día y ante la presión de una descoordinada fuerza elite, los asaltantes dejaron en libertad grupo por grupo, persona por persona, a los rehenes.
Gritos de victoria retumbaban a medida que los atemorizados huéspedes abandonaban el hotel y los cafés en donde estaban secuestrados. Para ellos, el hecho de percibirse vivos, era un premio que muchos a su lado no lograron.
¿El enemigo de siempre?
Superado el terror del día de la tragedia, aún con el olor a sangre y a pólvora en la punta de la nariz, le corresponde al Gobierno encontrar al culpable. Ahora hay que mostrarle al mundo resultados, pues esta cadena de atentados no le pertenece solo a los pobladores del gran centro financiero de la India, al contrario, se volvió una causa en la que ya participan el Gobierno de Estados Unidos, y algunos países europeos, como España, también se unen a la causa, pues algunos ciudadanos españoles cayeron en la red de víctimas.
Al parecer, los atentados habían sido anunciados dos meses antes, por medio de una serie de correos electrónicos que habrían enviado a las fuerzas antiterroristas, los integrantes de un grupo islamista, más bien nuevo, bautizado como Muyahidines del Decam.
En los mensajes, los presuntos terroristas alertaban a la ciudad y argumentaban sus intenciones de ataque, diciendo que las fuerzas de seguridad de Bombay, están en contra de la población musulmana.
El primer ministro de la India, Manmohan Singh insinuó en sus primeras declaraciones que los culpables podrían ser los eternos vecinos - enemigos de la región, refiriéndose a los pakistaníes.
A esta insinuación, el ministro de Defensa de Pakistán, Ahmed Mukhtar, dijo que su país no tuvo nada que ver con los últimos ataques.
"Manadas nuclearizadas"
En la tarea de armar el rompecabezas de culpables, el Director de Inteligencia Nacional de Estados Unidos, Mike McConnell, señaló al grupo islamista Lashkar-e-Taiba de perpetrar los atentados. Para reafirmar esta teoría sobre el génesis de los ataques, la Secretaria de Estado, Condoleezza Rice, viajó hoy a Bombay. La funcionaria llevaría al gobierno indio las supuestas pruebas de una conexión paquistaní con los atentados.
La tensión aumenta cuando el mundo recuerda que, tanto la India como Pakistán, poseen armas nucleares.
Una semana después de los atentados, los habitantes de Bombay está tan perdidos como Mowgli en la selva. Están tan temerosos como lo pudo estar el protagonista del libro que nació de la imaginación de uno de los hijos de esta tierra y cuya intención, era más que entretener a niños y jóvenes, entregar al mundo, por medio de la ley de la Selva, las reglas para la seguridad de personas, familias y comunidades.
Ciento catorce años después del nacimiento del Libro de la Selva, ni Bombay, ni Pakistán, ni el mundo parecen haber entendido el respeto por cada manada.
Ciento catorce años después de publicado este libro de cuentos, la ciudad natal del autor parecía una selva llena de terror, a la que hienas armadas tomaron por sorpresa, una mañana cualquiera.
Como en el 2006, quedó al descubierto la fragilidad de uno de los mayores centros financieros del mundo. La mañana del 26 de noviembre, la ciudad fue blanco de 8 atentados perfectamente coordinados, que dejaron unos 188 muertos y poco más de 320 heridos.
Entre las víctimas se cuentan varios extranjeros, pues los asaltos tuvieron como objetivo dos hoteles, uno de ellos el Tah Majal, hasta donde llegan cientos de huéspedes, principalmente de Europa y Norteamérica.
Allí, encerrados en las lujosas y cómodas habitaciones, permanecieron durante horas, varias decenas de rehenes que se aturdían con explosiones de las que no conocían su procedencia.
Durante el día y ante la presión de una descoordinada fuerza elite, los asaltantes dejaron en libertad grupo por grupo, persona por persona, a los rehenes.
Gritos de victoria retumbaban a medida que los atemorizados huéspedes abandonaban el hotel y los cafés en donde estaban secuestrados. Para ellos, el hecho de percibirse vivos, era un premio que muchos a su lado no lograron.
¿El enemigo de siempre?
Superado el terror del día de la tragedia, aún con el olor a sangre y a pólvora en la punta de la nariz, le corresponde al Gobierno encontrar al culpable. Ahora hay que mostrarle al mundo resultados, pues esta cadena de atentados no le pertenece solo a los pobladores del gran centro financiero de la India, al contrario, se volvió una causa en la que ya participan el Gobierno de Estados Unidos, y algunos países europeos, como España, también se unen a la causa, pues algunos ciudadanos españoles cayeron en la red de víctimas.
Al parecer, los atentados habían sido anunciados dos meses antes, por medio de una serie de correos electrónicos que habrían enviado a las fuerzas antiterroristas, los integrantes de un grupo islamista, más bien nuevo, bautizado como Muyahidines del Decam.
En los mensajes, los presuntos terroristas alertaban a la ciudad y argumentaban sus intenciones de ataque, diciendo que las fuerzas de seguridad de Bombay, están en contra de la población musulmana.
El primer ministro de la India, Manmohan Singh insinuó en sus primeras declaraciones que los culpables podrían ser los eternos vecinos - enemigos de la región, refiriéndose a los pakistaníes.
A esta insinuación, el ministro de Defensa de Pakistán, Ahmed Mukhtar, dijo que su país no tuvo nada que ver con los últimos ataques.
"Manadas nuclearizadas"
En la tarea de armar el rompecabezas de culpables, el Director de Inteligencia Nacional de Estados Unidos, Mike McConnell, señaló al grupo islamista Lashkar-e-Taiba de perpetrar los atentados. Para reafirmar esta teoría sobre el génesis de los ataques, la Secretaria de Estado, Condoleezza Rice, viajó hoy a Bombay. La funcionaria llevaría al gobierno indio las supuestas pruebas de una conexión paquistaní con los atentados.
La tensión aumenta cuando el mundo recuerda que, tanto la India como Pakistán, poseen armas nucleares.
Una semana después de los atentados, los habitantes de Bombay está tan perdidos como Mowgli en la selva. Están tan temerosos como lo pudo estar el protagonista del libro que nació de la imaginación de uno de los hijos de esta tierra y cuya intención, era más que entretener a niños y jóvenes, entregar al mundo, por medio de la ley de la Selva, las reglas para la seguridad de personas, familias y comunidades.
Ciento catorce años después del nacimiento del Libro de la Selva, ni Bombay, ni Pakistán, ni el mundo parecen haber entendido el respeto por cada manada.
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