Viajando en un bus rústico, rumbo a las alturas de la sierra peruana, me encontré en una madrugada de mediados de julio, con Roque Llalle, un poblador que vive en la región más pobre de Perú: Huancavelica. Roque es autoridad en su natal Carhuancho. Me contó que venía gestionando desde hace años el acceso al servicio de energía eléctrica. En su tierra, el acceso a los medios de comunicación es muy limitado. Por lo tanto, Roque y sus vecinos tenían escasa referencia de eso que llaman crisis mundial o crisis financiera. En su tierra no hay bolsa de valores ni Wall Street, las únicas bolsas que existen son aquellos costalillos desgastados donde trasladan su pobreza.
A miles de kilómetros, en Estados Unidos, donde no hay buses rústicos y energía eléctrica es lo que sobra, los gigantes de la industria del automóvil acaban de pedir al Congreso norteamericano 34 mil millones de dólares para sortear la crisis y salvar a un sector en el que trabajan cinco millones de personas. La crisis continúa, como continúa Roque gestionando el servicio eléctrico para su pueblo. Un millón
Más cerca, en Lima, inaugurando un establecimiento de salud, el presidente peruano Alan García, acaba de rejurar que nuestro país está preparado para afrontar la crisis mundial. Que el Perú está reaccionando muy bien. Que la desocupación y fuga de capitales es en otros países. Que todo es color de rosa. Mala suerte. La agencia gubernamental Andina, no tardó en informar sobre el cierre de la Bolsa de Valores de Lima con un retroceso de 1.15 por ciento. La caída, según la agencia, es "como consecuencia de la incertidumbre en la economía de Estados Unidos y la crisis financiera mundial". Mientras en Brasil, México y Argentina las bolsas cerraron con resultados positivos, en Perú sucedió lo contrario debido al peso que tienen las acciones mineras.
"¿Y qué tiene que ver eso de Wall Street o eso de la bolsa de valores, con la energía eléctrica para mi pueblo?", se pudo haber preguntado Roque mientras seguíamos viajando en el bus rumbo a las alturas de Huancavelica. Quizás para él resulte un poco difícil entender que la minería es el más importante sector en la economía peruana. Y que de los impuestos generados por este sector podrían depender la instalación del servicio eléctrico y el acceso a otros servicios básicos.
Pedro Francke, un economista peruano que no concilia con el discurso optimista del presidente Alan García, advirtió hace poco que el impacto de la crisis en el sector minero se verá con más nitidez en dos años. En 2010 los resultados de las compañías bajarían hasta en 35%. En consecuencia menos recursos para la ejecución de obras. Menos recursos para atender las principales necesidades de los pueblos más olvidados. Menos esperanzas para que Roque pueda gritar en su natal Carhuancho: "¡hágase la luz!", para que la luz se haga realidad.
Aquella madrugada de julio, al culminar nuestro viaje en el bus rústico, Roque y yo llegamos juntos a uno de los distritos de Huancavelica. Yo iniciaba mis labores de reporteo. Roque iniciaba un nuevo viaje, esta vez a pie, rumbo a su terruño… sin luz y sin servicios básicos.
A miles de kilómetros, en Estados Unidos, donde no hay buses rústicos y energía eléctrica es lo que sobra, los gigantes de la industria del automóvil acaban de pedir al Congreso norteamericano 34 mil millones de dólares para sortear la crisis y salvar a un sector en el que trabajan cinco millones de personas. La crisis continúa, como continúa Roque gestionando el servicio eléctrico para su pueblo. Un millón
Más cerca, en Lima, inaugurando un establecimiento de salud, el presidente peruano Alan García, acaba de rejurar que nuestro país está preparado para afrontar la crisis mundial. Que el Perú está reaccionando muy bien. Que la desocupación y fuga de capitales es en otros países. Que todo es color de rosa. Mala suerte. La agencia gubernamental Andina, no tardó en informar sobre el cierre de la Bolsa de Valores de Lima con un retroceso de 1.15 por ciento. La caída, según la agencia, es "como consecuencia de la incertidumbre en la economía de Estados Unidos y la crisis financiera mundial". Mientras en Brasil, México y Argentina las bolsas cerraron con resultados positivos, en Perú sucedió lo contrario debido al peso que tienen las acciones mineras.
"¿Y qué tiene que ver eso de Wall Street o eso de la bolsa de valores, con la energía eléctrica para mi pueblo?", se pudo haber preguntado Roque mientras seguíamos viajando en el bus rumbo a las alturas de Huancavelica. Quizás para él resulte un poco difícil entender que la minería es el más importante sector en la economía peruana. Y que de los impuestos generados por este sector podrían depender la instalación del servicio eléctrico y el acceso a otros servicios básicos.
Pedro Francke, un economista peruano que no concilia con el discurso optimista del presidente Alan García, advirtió hace poco que el impacto de la crisis en el sector minero se verá con más nitidez en dos años. En 2010 los resultados de las compañías bajarían hasta en 35%. En consecuencia menos recursos para la ejecución de obras. Menos recursos para atender las principales necesidades de los pueblos más olvidados. Menos esperanzas para que Roque pueda gritar en su natal Carhuancho: "¡hágase la luz!", para que la luz se haga realidad.
Aquella madrugada de julio, al culminar nuestro viaje en el bus rústico, Roque y yo llegamos juntos a uno de los distritos de Huancavelica. Yo iniciaba mis labores de reporteo. Roque iniciaba un nuevo viaje, esta vez a pie, rumbo a su terruño… sin luz y sin servicios básicos.
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