viernes, 5 de diciembre de 2008

La insoportable condena de la sospecha, por: Wilber Huacasi

"Si cada uno de los instantes de nuestra vida se va a repetir infinitas veces, estamos clavados a la eternidad como Jesucristo a la cruz". La frase es de Milan Kundera, escritor checo-francés, sobre quien pesa una grave acusación por un instante de su vida que, de ser cierto, debe estar repitiéndose infinitas veces en su mente. Un instante que, de ser cierto, bien lo podría estar manteniendo clavado al recuerdo del pasado, como Jesucristo a la cruz. Solo de ser cierto.

Milan Kundera es un escritor nacido en la Checoslovaquia de 1929. La frase citada fue extraída de su obra cumbre, La insoportable levedad del ser, uno de los referentes sobre la disidencia en Europa del Este durante la Guerra Fría. En sus páginas, Kundera relata una historia de amor en medio de situaciones de represión. Y represión fue, según se deduce, lo que habría motivado a Kundera, a incurrir en un acto que generó sobre él la condena de un sector de la sociedad y, acaso, el hundimiento de su reputación que alcanzó niveles míticos.

Y es que Kundera se ha burlado en forma irónica del comunismo en sus obras. Ahora es acusado de haber colaborado con la policía secreta de la Checoslovaquia comunista. Todo por un incidente… un hecho supuestamente cometido en un instante de su juventud.

En 1950, Kundera tenía 21 años, era delegado de una residencia donde estudiaba cine. Se le acusa de haber delatado a otro joven. Todo en base a un reporte policial de aquellos años que cita textualmente al entonces estudiante "Milan Kundera, nacido el 1-4-1929 en Brno, residente en la residencia de estudiantes de la avenida Jorge VI en Praga 7" de haberse presentado a una dependencia para delatar al susodicho Miroslav Dvoracek. El susodicho Dvoracek fue arrestado. Se le acusó de trabajar para los servicios de inteligencia occidentales. Fue condenado a 22 años de prisión, pero salió con libertad condicional, luego de realizar trabajos forzados, durante 14 años, en una mina de uranio.

El 13 de octubre, la revista checa Respekt sacó a luz esta información. El País de España publicó un informe amplio con testimonios de los actores y surgieron las posiciones encontradas. Surgió la condena por un lado, y la solidaridad de no pocos escritores desde la otra orilla. Kundera ha negado los hechos, pero pesa sobre sus hombros el pesado madero de la cruz de la sospecha. Y en una sociedad como la nuestra, sospecha equivale a condena. Y condenar o juzgar desde el balcón, sin haber tenido la mínima experiencia ni haber vivido en difíciles circunstancias, es acaso lo más fácil. Kundera quizás ya haya sido condenado a nosecuantos años de prisión en la mina de su silencio. Pues es, precisamente, su silencio, lo que ha alimentado las sospechas. Es, precisamente, su silencio, lo que ha alimentado su condena.

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