¿Regresarse? Ni soñando. ¿Cómo crees, vieja? Y para decirlo más claro: ni madres. Cruzar por el desierto de Arizona, a más de 45 grados de temperatura, extorsionado por los polleros, o a través del Río Bravo bajo la complicidad de la noche y evadiendo los lentes infrarrojos de la Border Patrol , ha sido un precio muy alto para los cientos de miles de inmigrantes mexicanos que se la juegan para ir a Estados Unidos, gringolandia, el gabacho, la tierra del sueño.
Si bien la crisis económica en la Unión Americana y el endurecimiento de las leyes contra la inmigración indocumentada han dejado sin empleo a miles de los 400 mil nacionales que emigran cada año a Estados Unidos, salirse de allá y regresar a sus lugares de origen sería como dejar el purgatorio para refugiarse en el séptimo círculo del infierno.
Ni modo, la familia tendrá que esperar. Que si ya se nos acabó la lana, Chuy, y tú no mandas ni para las tortillas; que si la hija tendrá que festejar los 15 años hasta que tenga 20, con todo y vestido de muñeca de pastel, chambelanes vestidos de cadetes, hielo seco y el primer vals con papá; que si la cosecha se perdió porque no hubo para comprar fertilizantes. Ya ni la haces, Chuy. Ni modo, ni modo, ¿qué se le va a hacer, mujer? Ya no hay oportunidad de enviar el billete verde porque apenas alcanza para malvivir.
El hecho es que, según cifras del Banco de México, las remesas que los mexicanos envían a sus familias en Estados Unidos van en franca picada. De manera acumulada, sumaron 15 mil 553 millones de dólares entre enero y agosto de este año, lo cual representa una baja del 4.17 por ciento respecto del mismo lapso del año pasado. Por si fuera poco, tan sólo en agosto disminuyeron en 12.16 por ciento a tasa anual, la peor caída desde que el banco central empezó a medir este índice hace diez años.
Que si la crisis inmobiliaria, que si el aumento en el costo de las gasolinas, que si los créditos de alto riesgo, que si el desplome de Bear Sterns… “¿Y con qué se come eso?”, se preguntarán algunos de los hermanos, esposas y madres en espera de los dólares que cada mes iban a cambiar a Wall-Mart o a Banamex. “A nosotros nos vale un cacahuate todo esto. ¿Y ahora cómo poner los frijoles sobre la mesa?”, se dirán otros. Lo importante es que alcance la feria en el mercado y no tener que dejar de pagar la renta para irse a vivir con los suegros y cuñados en algún departamento de 70 metros cuadrados en la Unidad CTM Culhuacán. No, ni madres. “¿A ver cómo le haces, Chuy? Me oíste. ¿Que ya no puedes llamarme? Pues échale otra cora al teléfono. ¿Ni para eso hay, mi vida?”.
Y mientras se debaten entre el volver o quedarse, entre el regresarse al campo o lanzarse al hoyo negro de la capital, el Presidente Felipe Calderón asegura que la crisis estadounidense no pegará tan duro, será un mero raspón; que no sucederá como en otros tiempos, cuando a Estados Unidos le daba una gripe y a México una pulmonía. Pero la realidad es que la neumonía estadounidense ya se está convirtiendo en un infarto pulmonar para México.
Y para muestra, unos cuantos botones: Debido al desplome en la demanda de gasolina en Estados Unidos, el precio del petróleo crudo mexicano cayó 6.2 por ciento el mes pasado, y en los primeros días de diciembre quedó en 35.06 dólares por barril, después de haber roto el techo de los 100 dólares hace unos cuantos meses, 13. 94 dólares por debajo de las previsiones del presupuesto de ingresos del 2008. Además, la industria automotriz mexicana reducirá la producción y despedirá a miles de empleados. Los gringos ya no quieren camionetas ni camiones; sólo autos pequeños.
Y para colmo, Expertos de Merrill Lynch, JP Morgan, Monex e Invex, ven un magro crecimiento para el país de sólo 0.4 por ciento en 2009.
“Ya te dije, Chuy, no te entiendo. A mí no me hables en inglés, ni con una retahíla de números, pues no comprendo nada de los tantos por cientos. Yo no sé, pero a mí me mandas el billete para comprar las tortillas”, podrían decir quienes aquí se quedan.
Si bien la crisis económica en la Unión Americana y el endurecimiento de las leyes contra la inmigración indocumentada han dejado sin empleo a miles de los 400 mil nacionales que emigran cada año a Estados Unidos, salirse de allá y regresar a sus lugares de origen sería como dejar el purgatorio para refugiarse en el séptimo círculo del infierno.
Ni modo, la familia tendrá que esperar. Que si ya se nos acabó la lana, Chuy, y tú no mandas ni para las tortillas; que si la hija tendrá que festejar los 15 años hasta que tenga 20, con todo y vestido de muñeca de pastel, chambelanes vestidos de cadetes, hielo seco y el primer vals con papá; que si la cosecha se perdió porque no hubo para comprar fertilizantes. Ya ni la haces, Chuy. Ni modo, ni modo, ¿qué se le va a hacer, mujer? Ya no hay oportunidad de enviar el billete verde porque apenas alcanza para malvivir.
El hecho es que, según cifras del Banco de México, las remesas que los mexicanos envían a sus familias en Estados Unidos van en franca picada. De manera acumulada, sumaron 15 mil 553 millones de dólares entre enero y agosto de este año, lo cual representa una baja del 4.17 por ciento respecto del mismo lapso del año pasado. Por si fuera poco, tan sólo en agosto disminuyeron en 12.16 por ciento a tasa anual, la peor caída desde que el banco central empezó a medir este índice hace diez años.
Que si la crisis inmobiliaria, que si el aumento en el costo de las gasolinas, que si los créditos de alto riesgo, que si el desplome de Bear Sterns… “¿Y con qué se come eso?”, se preguntarán algunos de los hermanos, esposas y madres en espera de los dólares que cada mes iban a cambiar a Wall-Mart o a Banamex. “A nosotros nos vale un cacahuate todo esto. ¿Y ahora cómo poner los frijoles sobre la mesa?”, se dirán otros. Lo importante es que alcance la feria en el mercado y no tener que dejar de pagar la renta para irse a vivir con los suegros y cuñados en algún departamento de 70 metros cuadrados en la Unidad CTM Culhuacán. No, ni madres. “¿A ver cómo le haces, Chuy? Me oíste. ¿Que ya no puedes llamarme? Pues échale otra cora al teléfono. ¿Ni para eso hay, mi vida?”.
Y mientras se debaten entre el volver o quedarse, entre el regresarse al campo o lanzarse al hoyo negro de la capital, el Presidente Felipe Calderón asegura que la crisis estadounidense no pegará tan duro, será un mero raspón; que no sucederá como en otros tiempos, cuando a Estados Unidos le daba una gripe y a México una pulmonía. Pero la realidad es que la neumonía estadounidense ya se está convirtiendo en un infarto pulmonar para México.
Y para muestra, unos cuantos botones: Debido al desplome en la demanda de gasolina en Estados Unidos, el precio del petróleo crudo mexicano cayó 6.2 por ciento el mes pasado, y en los primeros días de diciembre quedó en 35.06 dólares por barril, después de haber roto el techo de los 100 dólares hace unos cuantos meses, 13. 94 dólares por debajo de las previsiones del presupuesto de ingresos del 2008. Además, la industria automotriz mexicana reducirá la producción y despedirá a miles de empleados. Los gringos ya no quieren camionetas ni camiones; sólo autos pequeños.
Y para colmo, Expertos de Merrill Lynch, JP Morgan, Monex e Invex, ven un magro crecimiento para el país de sólo 0.4 por ciento en 2009.
“Ya te dije, Chuy, no te entiendo. A mí no me hables en inglés, ni con una retahíla de números, pues no comprendo nada de los tantos por cientos. Yo no sé, pero a mí me mandas el billete para comprar las tortillas”, podrían decir quienes aquí se quedan.
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